¿Por qué ir al psicólogo?

A lo largo de nuestra vida podemos encontramos con situaciones difíciles que nos exigen un afrontamiento específico y una gestión emocional adecuada para reducir el impacto psicológico.

Nuestra vida está llena de situaciones de estrés, algunas esperadas (estresores horizontales) y otras no (estresores verticales) Los estresores horizontales son previsibles (el acceso al mundo laboral, vivir en pareja, decidir ser padres, p.e.) con lo que es posible adelantarnos para su afrontamiento desde la preparación para ello o la búsqueda anticipada de información y consejo.

En cambio, los estresores verticales no son predecibles (pérdidas, rupturas, enfermedades, desastres, p.e.) por lo que puede que no estemos preparados para un afrontamiento adecuado, lo cual es lógico.

En otras ocasiones, a pesar de que no haya situaciones aparentemente desencadenantes, tendemos a generar preocupaciones, miedos o incertidumbres que provocan un impacto en nuestra vida de forma, a veces, silenciosa. 

Cada persona puede encontrar un motivo distinto que le lleve a solicitar ayuda psicológica, pero de forma general, es recomendable cuando:

-Nos encontramos ante el impacto de un estresor vertical y consideramos que nuestras estrategias de afrontamiento no son suficientes.

-Ante los estresores horizontales nos vemos sobrepasados o consideramos necesario adquirir nuevos mecanismos para hacer frente a la situación.

-Hay circunstancias externas que nos generan miedo e incertidumbre y no sabemos cuál es el mejor camino a seguir.

-Sentimos emociones negativas intensas y/o prolongadas en el tiempo, que además interfieren en nuestra vida cotidiana.

Nos falta seguridad en nosotros mismos para llevar a cabo nuestros objetivos vitales.

-Nos vemos en conflicto entre nuestros valores y nos cuesta tomar decisiones.

-Necesitamos herramientas para ayudar a las personas más cercanas en las dificultades que puedan tener.

-Tenemos insatisfacción constante a pesar de los cambios que tratamos de hacer en nuestras vidas.

A la hora de afrontar las situaciones que se nos presentan influyen muchos factores como el estilo de personalidad, las habilidades y recursos, nuestra historia familiar o el entorno en el que nos desarrollamos. Lo que para una persona constituye una solución, para otra puede suponer un problema. Por ello resulta conveniente realizar un camino de asesoramiento individualizado y ajustado a la persona.

¿Cuáles son los beneficios de acudir a un psicólogo?

El simple hecho de acudir a un psicólogo no aporta nada en sí mismo. Lo que realmente nos beneficia es poder conocernos y tomar parte, activa y comprometida, con nuestro propio cambio. Acudir a una consulta no tiene efecto mágico en nuestro estado, si realmente no ponemos en marcha todo aquello que se considera que puede beneficiarnos.

En cualquier caso, en la consulta se crean las condiciones necesarias para que la persona pueda expresar sin juicios, sin censuras y con la máxima comprensión, todo aquello que en su vida le afecta. Poder hablar en un entorno seguro facilita el proceso de auto conocimiento para, desde ahí, tratar de valorar qué factores están comprometiendo nuestro bienestar psicológico.

El profesional de la psicología va a intentar, paso a paso, y siempre de acuerdo con la persona, detectar y hacer comprensible aquello que puede estar influyendo de forma negativa en la forma en la que afrontamos las circunstancias. El psicólogo nunca va a tomar decisiones por la persona, no va a tratar de que pierda su propia identidad. Por tanto, no va a cuestionar nada de la persona que acude a la consulta. Su labor es asesorar y crear, junto con el cliente, un nuevo escenario desde el que hacer frente a los problemas.

De forma genérica, el apoyo psicológico puede ayudarnos a:

  • Sentirnos mejor con nosotros mismos desde un mayor auto conocimiento.
  • Adquirir herramientas y recursos para hacer frente, de otra forma, a las situaciones.
  • Ser más compasivos con nosotros mismos, disminuyendo nuestra autoexigencia.
  • Valorar otras alternativas de solución a las anteriormente practicadas.
  • Aumentar nuestra autoestima.
  • Ser conscientes de nuestras fortalezas como individuos y dejar de centrarnos en la parte que menos nos gusta de nosotros.
  • Relacionarnos con nuestro entorno de forma más segura y eficaz.
  • Aceptar las circunstancias vitales desde la perspectiva del compromiso al cambio.
  • Manejar nuestras emociones negativas.
  • Darnos la oportunidad de realizar los cambios que consideremos convenientes.
  • Encontrar nuestro propio espacio pudiendo ejercer nuestros derechos personales.

Estos son solo algunos ejemplos de lo que nos puede aportar la consulta con un profesional de la psicología. No dudes en preguntar y pedir asesoramiento para aquella circunstancia que estés viviendo.

¿Qué diferencias hay entre un psicólogo y un psiquiatra?

La diferencia entre un psiquiatra y un psicólogo es que tienen distinta formación. ambos trabajan para proporcionar un bienestar psíquico y psicológico en las personas, pero de forma general, lo hacen por vías distintas.

En primer lugar, la diferencia entre un psiquiatra y un psicólogo consiste en que el psicólogo realiza sus estudios en la carrera o grado de psicología y, posteriormente, realiza un Máster en Psicología Sanitaria o bien tiene la opción de llevar a cabo la preparación P.I.R. (Psicólogo Interno Residente) como psicólogo clínico. El psiquiatra, por su parte, estudia medicina para, posteriormente realizar la preparación M.I.R. (Médico Interno Residente) en la especialidad de las enfermedades mentales.

Seguidamente, podemos decir que la diferencia entre un psiquiatra y un psicólogo, está en la forma de proceder en la ayuda y terapia que presta a las personas que lo necesitan.

El psicólogo va a intervenir desde una perspectiva contextual, social, ambiental, de aprendizaje, educativa y en base a las situaciones que provocan o hacen vulnerable a la persona a padecer algún tipo de trastorno. Esa intervención se realiza desde un proceso de terapia que, según la orientación teórica, va a tratar de proporcionar unas herramientas, recursos o habilidades para ayudar a la persona a que se enfrente y maneje aquellos estados que le producen malestar. El psicólogo también ayuda a la persona al auto conocimiento y, por ende, a la autogestión del comportamiento y de las emociones. No olvidemos que la psicología es la ciencia que estudia el comportamiento humano.

El psiquiatra, por su parte, realiza una intervención más basada en los aspectos biológicos y fisiológicos que explican las posibles causas de los trastornos mentales. Evidentemente no olvida las características contextuales del individuo, pero el acento, por así decirlo así, se pone en las variables químicas, hormonales y biológicas de los trastornos mentales. De esta forma, su tratamiento se apoya principalmente en el uso de los psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos, neurolépticos, entre otros) y es quien tiene la capacidad legal para prescribirlos. No así el psicólogo, quien no puede recetar ningún tipo de fármaco. No obstante, muchos psiquiatras poseen formación en diferentes estrategias psicoterapéuticas, lo que les permite realizar una intervención psicológica.

Es frecuente que el psicólogo y el psiquiatra trabajen de forma conjunta según las necesidades de cada persona, ya que, al margen de la patología, las dos intervenciones, la farmacológica y la psicoterapéutica, son muchas veces necesarias.

Pareciera, a veces, que el psiquiatra se ocupase de los trastornos mentales graves y el psicólogo de los más leves. Esto no es así. La diferencia entre un psiquiatra y un psicólogo estriba en la aproximación de las causas que provocan un trastorno mental. El psiquiatra tienen más en cuenta las variables biológicas y el psicólogo las ambientales. No obstante, ambos profesionales consideran importantes las aproximaciones etiológicas del otro.

Lo que sí es cierto, es que en muchos trastornos mentales, el componente biológico es más importante de forma general. Por ello, el psicólogo ve en muchas ocasiones necesario derivar a la persona a una atención psiquiátrica para favorecer los cambios en el estado de la persona y para facilitar el aprendizaje de las herramientas y recursos psicológicos. Otras veces, aunque el peso biológico, como causa, no sea el que tiene más peso, resulta de utilidad el tratamiento con psicofármacos cuando la persona lleva mucho tiempo padeciendo un trastorno o ciertos síntomas son muy intensos.

¿Cómo le puedo explicar a mi hijo qué es un psicólogo?

A veces nos surgen dudas de cómo explicar a los hijos qué es un psicólogo.

Es muy frecuente que los padres y madres nos pregunten: ¿qué les decimos a nuestros hijos? ¿Les decimos que vamos a ver a un médico? ¿Qué eres una profesora?

Lo niños y niñas necesitan tener la máxima seguridad posible. Por ello, es importante proporcionarle la información lo más fiable posible de lo que se va a encontrar cuando llegue a nuestra consulta. No es conveniente engañar a los niños a la hora de explicarles qué es un psicólogo. Conviene llamar a las cosas por su nombre. Eso sí, según la edad del menor, la información va a ser diferente no solo en la forma, sino también en el contenido.

Muchos niños y niñas, como buena parte de la población general adulta, albergan una idea errónea o estigmatizada de lo que supone ir a la consulta de un psicólogo. No es raro escuchar que eso es para los locos. Por eso es tan importante ofrecer una información veraz y ajustada a la realidad, y validada según el problema por el que se consulta.

De forma muy general, a la hora de explicar a nuestros hijos qué es un psicólogo podemos decirles que es un profesional que:

  • Sabe escuchar
  • Ayuda a los niños y mayores a resolver sus problemas
  • Es amable
  • Permite que se hable de todo lo que a uno le preocupa o que le gusta
  • No va castigar nunca por ningún motivo
  • Va a ayudar a que haga amigos

Hay que dejarles claro, por tanto, que los psicólogos:

  • No son médicos, así que no le van a mandar medicinas
  • No son profesores, por lo que no se les va a examinar de nada.
  • No son jueces, por lo que no se les va a juzgar

También le podemos contar que el despacho va a ser un lugar muy bonito, acogedor donde hay muchos juegos y donde va a poder hablar, jugar, pintar, entre otras cosas.

Para explicar a los hijos, qué es un psicólogo, nos puede ayudar decirles que les va a ayudar en:

  • Solucionar aquello que no te permite estar totalmente feliz
  • Ponerle nombre a las emociones

Además es importante que se le ponga nombre a la persona con la que va a trabajar todo el proceso terapéutico, e incluso, es aconsejable enseñarle alguna foto del profesional para que el niño pueda ir poniéndole cara a la persona y no sea totalmente un desconocido/a

¿Qué hacer cuando mi hijo no quiere ir al psicólogo a pesar de que lo necesita?

A veces nos resulta difícil qué hacer cuando nuestro hijo no quiere ir a al psicólogo a pesar de que lo necesite.

Si muchas veces, ir al psicólogo, ya resulta difícil para un adulto, para un niño o adolescente puede resultar mucho más complicado. Es relativamente frecuente que algunos niños, pero sobre todo adolescentes, se resistan a acudir al psicólogo. Bajo el pretextos del tipo, “yo no estoy loco”, “a mí nadie me tiene que decir lo que tengo que hacer”, “nadie se tiene que meter en mi vida”, “vosotros queréis castigarme”, nos encontramos con la dificultad para convencer a nuestros hijos de acudir a la consulta psicológica.

Resulta esencial que el adolescente quiera cambiar y sea consciente de que necesita ayuda. De todas formas, no es raro encontrarnos en la consulta con adolescentes que abiertamente nos dicen que no saben qué hacen allí, que no entienden por qué los padres le han llevado, que los que necesitan a un psicólogo son los padres. Es decir, no hemos conseguido que la primera vez acuda convencido a la consulta. Es normal, y tampoco tiene que preocuparnos.

Por otro lado, es fundamental que el niño o adolescente estén dispuestos a colaborar en todo el proceso desde el principio.

Por ello, algunas de las estrategias que se deben poner en marcha cuando no sepamos qué hacer cuando nuestro hijo no quiere ir al psicólogo a pesar de que lo necesite, son las siguientes:

  • El tratamiento debe ponerse en manos de un psicólogo especialista en terapia infanto-juvenil.
  • Importante ser sinceros con nuestro hij@.
  • No culpabilizar a los hijos/as. Es mejor hablar de dificultades en las relaciones o en la familia y que vamos a ir para mejorar la relación entre todos y que nos sintamos todos mejor.
  • Es importante explicarle qué es un psicólogo y que se va encontrar allí.
  • Hacer énfasis en que nosotros, como padres, también necesitaremos de la ayuda del psicólogo.
  • Tratar de hacerles ver que no es un castigo, sino una oportunidad para poder encontrarse mejor.
  • Explicarles que el entorno del psicólogo es seguro, es decir, que allí nadie le va a juzgar.
  • Recalcar que todo lo que cuente en la consulta es confidencial y que el psicólogo no va a ser un chivato.
  • Insistir en que tendrán un espacio de intimidad para ellos en el que nadie se va a entrometer.
  • Se les puede plantear que prueben a ir un día y que ellos mismos valoren si les puede venir bien.

En algunas ocasiones, y cuando la negativa por parte de nuestro hijo es absoluta, puede ser de utilidad que los padres acudan solos a la consulta del psicólogo para poner en antecedentes al profesional, quien con un criterio más certero, pueda dar pautas para favorecer que el niño o adolescente, acceda a realizar una primera visita. No conviene amenazar ni chantajear, dado que ir al psicólogo no es ni un premio ni un castigo, es tan solo la oportunidad de brindar un apoyo.

¿Cuál es el proceso de la terapia?

Antes de acudir por primera vez a la consulta de un psicólogo es normal que nos surja la duda de cuál va a ser el proceso de la terapia. Es lógico, ya que al contrario de las consultas médicas que más o menos sabemos cómo funcionan, es algo a lo que no estamos habituados. Aparte de esta incertidumbre, se juntan aspectos relacionados con el miedo, la vergüenza, la sensación de debilidad, o el estigma que todavía hoy tienen el hecho de ir a un profesional de la salud mental.

Pero entonces, ¿cuál va a ser el proceso de la terapia? De forma general podemos señalar algunos puntos que nos sirvan como orientación:

  • El primer día, el centro al que acudas o el profesional, va a tratar de generar las mejores condiciones para que te puedas sentir a gusto. Además, podrás observar cómo es todo mucho más normal de lo que imaginabas. Te tomarán los datos de contacto de forma totalmente confidencial, y te invitarán a que esperes a que el psicólogo/a te reciba. No dudes en consultar lo que quieras en ese momento.
  • Cuando el profesional vaya a recibirte, se presentará y te pedirá que le acompañes al despacho, en el que se intentará que estés lo más confortable posible.
  • Una vez allí, y tras una breve presentación, el psicólogo/a te pedirá que le cuentes el motivo por el que acudes a la consulta. En ese momento puedes contar lo que consideres oportuno de forma libre o, si lo prefieres, esperar a que el profesional te vaya haciendo preguntas. Has de saber que toda la información que cuentas será confidencial y estará debidamente custodiada. Solo tu terapeuta puede acceder a esa información.
  • El profesional cogerá notas, si tú no tienes inconveniente. Lo normal es que lo haga escribiendo en un papel. Algunos profesionales recogen la información de forma electrónica. En cualquier caso, estará siempre pendiente de que te sientas a gusto con la situación.
  • A lo largo de la primera entrevista, el psicólogo/a te escuchará con atención y te preguntará todo aquello que sea solamente estrictamente necesario para conocer el problema por el que consultas. No tienes por qué contar lo que no desees en esta primera entrevista, aunque cuanta mayor información ofrezcas, mejor te podrá conocer el profesional.
  • Al final de esta primera sesión, el terapeuta te dará su punto de vista acerca de lo que le has contado. Te ofrecerá opinión sobre lo que se va a trabajar para ayudarte a que te sientas mejor. Es posible que te de unos cuestionarios para que los rellenes y los lleve a la siguiente sesión.
  • En las sesiones sucesivas, el terapeuta hablará contigo para ampliar la información que le diste en la primera consulta. El objetivo es conocerte aún más y poder ofrecerte una explicación o diagnóstico mas precisos, así como para marcar contigo, las líneas de la terapia.
  • Progresivamente, y en un clima de confianza y de trabajo en equipo, el psicólogo/a, te irá dando pautas para que las pongas en práctica. Podréis analizar juntos la evolución de la terapia e ir abordando los objetivos marcados en la misma.
  • En las sesiones siguientes, abordaréis los temas que consideres oportunos, o el terapeuta te solicitará más información si así lo considera útil y necesario. Todo eso ayudará a poder ir realizando los ajustes óptimos para que la terapia tenga los resultados esperados.
  • Has de tener en cuenta algo importante: las mejorías no siguen una trayectoria lineal ascendente. Es probable que se produzcan recaídas, lo cual es totalmente normal y servirán para analizar los factores que pueden influir de forma negativa. No significa, por tanto, un retroceso en la terapia, sino una oportunidad que hay que aprovechar para seguir mejorando.
  • A medida que se avance en la consecución de objetivos, el terapeuta te irá pidiendo que valores los aspectos que te están ayudando, e iréis haciendo un balance. La frecuencia de las sesiones irá disminuyendo. poco a poco te irás convirtiendo en el único gestor de tu vida.
  • Cuando el terapeuta y tú consideréis que se han conseguido los objetivos de la terapia, se hará una valoración de todo lo que se ha llevado a cabo en la terapia y te ofrecerá pautas para la prevención de recaídas. Si todo esto queda claro, el terapeuta procederá a darte el alta.
  • Ten en cuenta que siempre podrás volver a contactar con tu terapeuta cada vez que lo necesites. No pienses que una recaída es un fracaso, sino la mejor oportunidad para consolidar logros.
  • Si por cualquier circunstancia, decides poner punto y final a la terapia, no serás juzgado por ello. Únicamente podrás, si quieres, valorar con el profesional los motivos que te llevan a tal decisión. Si pasado el tiempo, decides volver, no creas en ningún momento que el psicólogo/a se sentirá molesto. Al contrario, seguirá esforzándose como el primer día para poder ayudarte.

La mejor noticia será que no tengas que volver más por la consulta, lo cual supondrá que has conseguido alcanzar tus metas.

¿Cuánto dura la terapia?

Una pregunta que surge habitualmente es la de cuánto durará la terapia. Evidentemente, y por diferentes motivos, deseamos que el menor espacio de tiempo, se consigan los mayores logros.

Pero ¿es posible calcular el tiempo que va a durar la terapia? En realidad no es fácil estimar cuánto va a durar la terapia. Eso va a depender de muchos factores. Lo que sí es claro, y no tienes que tener duda sobre ello, es que el profesional no va a alargar el tiempo de forma innecesaria.

¿Qué factores pueden influir en la duración de la terapia?

Podríamos enumerar algunos factores que pueden afectar a la duración de la terapia:

  • Tipo de problema por el que se consulta: el tratamiento para algunos problemas que se consultan pueden alargarse más en el tiempo que otros.
  • Frecuencia de las sesiones: al principio lo ideal es realizar sesiones semanales para luego poder distanciarlas. A veces esto no es posible por diferentes motivos. El profesional siempre intentará que los logros sean lo más significativos posible al margen de la frecuencia de las consultas, pero indudablemente es un factor que va a influir en la duración de la terapia.
  • Variables del entorno inmediato: algunos aspectos del entorno pueden favorecer o dificultar la evolución de la terapia. Si las condiciones sociales, familiares, laborales, físicas, etc. son óptimas, el pronóstico y la evolución, por tanto, será más favorable.
  • Tiempo que lleva la persona con el problema: en algunos caso, la persona consulta por problemas de larga evolución y algunos aspectos han podido cronificarse. Por eso. siempre aconsejamos no demorar la petición de ayuda psicológica.
  • Nivel de implicación de la persona en el proceso de la terapia: el tratamiento psicológico requiere, por parte de la persona que consulta, la máxima implicación. La terapia no es un proceso en el que el profesional provoca los cambios, sino que de forma conjunta, cliente y profesional, se implican y esmeran por poner en marcha las pautas que se consideran más adecuadas.
  • Aparición de factores de estrés no previstos: en muchos casos, en el transcurso de la terapia, aparecen circunstancias de estrés no esperadas y que pueden suponer un freno a la propia evolución terapéutica. A veces, esto obliga a centrarse en el nuevo foco de problema, o bien a redirigir o reestructurar los objetivos terapéuticos.

Aunque no es fácil para el profesional decir cuánto va a durar la terapia, sí puede realizar una estimación de si los logro se pueden conseguir a corto, medio o largo plazo. Esta información es importante para la persona que consulta. En cualquier caso, lo mejor es no agarrarse a plazos de tiempo. Es bueno que comuniques a tu psicólogo/a cuáles son tus expectativas con respecto a lo que quieres conseguir y en cuánto tiempo. Él te dirá si esas metas son realistas según su experiencia.