¿Qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional se ha convertido en un tema importante en diversos ámbitos como la educación, la administración y la salud, entre otros.

Daniel Goleman (1995) popularizó este término gracias a su libro “Inteligencia Emocional”. Sin embargo, este término fue acuñado por primera vez por Salovey y Mayer, que definen la inteligencia emocional como: “El subconjunto de la inteligencia social que implica la habilidad para gestionar las emociones y sentimientos propios y los de los otros, discriminar entre ellos y usar esta información para guiar el pensamiento y acciones propias” (Salovey y Mayer, 1900).

Su modelo concibe la inteligencia emocional a partir de los siguientes cuatro componentes (Arándiga, 2007; Berrocal y Pacheco, 2005; Zafra, Martos y Landa, 2008):

  • Percepción, Valoración y Expresión de las emociones: esta competencia forma parte de la conciencia emocional que nos es útil para percibir emociones de manera adecuada.
  • Facilitación Emocional del pensamiento: dicha habilidad nos permitirá atender a la información importante y nos ayudará a asociarla con otras sensaciones, la toma de decisiones y el cambio de perspectiva.
  • Comprensión y análisis de las emociones: se refiere al conocimiento emocional. Esta habilidad implica la capacidad para analizar las distintas emociones, conocer las diferentes relaciones que existen entre ellas y las diferentes situaciones que las causan.
  • Regulación de las emociones: es la capacidad para regular las emociones propias y la de los otros de manera correcta, haciendo que predominen las emociones positivas más que las negativas.

Estas cuatro habilidades estarían relacionadas entre ellas, de modo que para una correcta regulación emocional. es necesaria la correcta comprensión emocional, facilitación emocional y percepción emocional (Zafra, Martos, y Landa, 2008).

Las destrezas interpersonales y las altas capacidades

 

Una de las características esenciales humanas es la comunicación interpersonal. Una persona con una gran destreza interpersonal es aquella que es capaz de comprender y reconocer los problemas propios y ajenos, posee la capacidad de ponerse en la piel de la otra persona y sabe reconocer los sentimientos en sí mismo y en los demás, y que puede generar diferentes alternativas de solución y sopesar las consecuencias.

Son diferentes teorías y evidencias empíricas las que aportan información acerca del bienestar psicológico de los niños con altas capacidades.

En primer lugar, Freman (1983) señaló que tanto los niños con altas capacidades como los niños no superdotados tienen las mismas necesidades sociales y emocionales, sin embargo, los niños con altas capacidades necesitan sentir sus emociones con más intensidad, ya sean emociones positivas o negativas. Además, identificó potenciadores de conflicto, ansiedad y una mala adaptación de los superdotados como con el caso de: la hipersensibilidad, el perfeccionismo o la escolarización inflexible.

Por otro lado, Draboswki (1964) informaba que los niños superdotados le dan un fuerte valor a la justicia y a la empatía con los otros; sin embargo, ese sentimiento por la justicia y la empatía es demasiado fuerte, lo que hace que haya un mal ajuste positivo. De esta manera, sus vivencias internas son más complejas que las del resto de sus iguales. Este hecho se relaciona con que, a menudo, se sienten diferentes con respecto a sus compañeros e, induce a que experimenten un elevado nivel de autocrítica, ansiedad y sentimientos de inferioridad.

Se ha comprobado que en los niños con altas capacidades se produce “el efecto Pigmalión negativo”. Esto es un “no reconocimiento” por parte de su entorno más cercano. De esta forma, el profesor ignora la precocidad intelectual de un niño/a, así que esperará que se encuentre dentro de los límites normotípicos, lo que provocará que el menor no desempeñe sus verdaderas capacidades y su potencial se verá limitado. Pero este efecto no solo se producirá con el profesor, sino que también se podrá ver con su círculo de amigos. El niño superdotado se percibirá diferente al resto de sus compañeros y amigos, pero para no desentonar, se intentará poner a su mismo nivel (Acereda, 2010; Soriano de Alencar, 2007). En este sentido, Garland y Zigler (1999) consideraban que los niños superdotados tienen una peor percepción de su ajuste emocional y social.

Por otro lado, existe otra corriente de autores y de investigaciones que defienden la idea de que los superdotados no tienen un mal ajuste emocional y social.

A pesar de la concepción popular, estos niños tienden a ser felices y agradar a sus compañeros. Muchos de ellos son líderes en sus escuelas y entre grupos de amigos. Son muy estables emocionalmente y autosuficientes.

Además, parece que los jóvenes y adolescentes superdotados están muy comprometidos con los diferentes sucesos y temas interpersonales e intrapersonales, aparte de que poseen una gran sensibilidad y muestran una alta emocionalidad, al que en muchas ocasiones intentan esconder por no parecer vulnerables ante los demás.

Hay que añadir también que son personas que se preocupan por aspectos abstractos como son el bien y el mal, lo que es correcto y de lo que es incorrecto, de la justicia y de lo que no sería justicia; aspectos que se consideran que están relacionados con la inteligencia. En consecuencia, de lo descrito, se podría considerar que las personas superdotadas presentan un mayor potencial para ayudar a las personas y a las distintas sociedades a resolver sus dilemas éticos y morales. Así que tampoco sería de extrañar que este tipo de niños muestren su descontento cuando se les discrimina o se les aparta de las actividades que realiza el grupo, ya que, ellos lo sienten como una barrera para no mostrar todo su potencial.

Por todo ello, es muy importante trabajar la inteligencia emocional en los niños superdotados porque permite fomentar relaciones más positivas con sus iguales y, por lo tanto, ayuda a mejorar la red social de los niños con altas capacidades.

 

Alba Mª García Rasero

Psicóloga Sanitaria

Col. N.º: M-32464

 

Bibliografía

Acereda, A. (2010). Niños superdotados. Madrid: Pirámide.

Arándiga, A. V. (2007). Inteligencia Emocional para la Convivencia Escolar. El programa PIECE. Madrid: EOS.

Berrocal, P. F., y Pacheco, N. E. (2005). La Inteligencia Emocional y la educación de las emociones desde el modelo de Mayer y Salovey. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 19(3), 63-93.

Dabrowski, K. (1964). Positive disintegration. Oxford, England: Little, Brown

Freeman, J. (1983). Emotional problems of the gifted child. Journal of child psychology and psychiatry, 24(3), 481-485.

Garland, A. F., & Zigler, E. (1999). Emotional and behavioral problems among highly intellectually gifted youth. Roeper Review, 22(1), 41-44.

Goleman, D., & Cherniss, C. (2013). Inteligencia emocional en el trabajo: cómo seleccionar y mejorar la inteligencia emocional en individuos, grupos y organizaciones. Editorial Kairós.

Salovey, P., & Mayer, J. D. (1990). Emotional intelligence. Imagination, cognition and personality, 9(3), 185-211.

Soriano de Alencar, E. M. (2007). Características Sócio-Emocionais do superdotado: Questoes atuais. Psicología em Estudo, Maringá, 12(2), 371-378.

Zafra, E. L., Martos, P. B., y Landa, J. M. (2008). Introducción a la Psicología social. Jaén: Del lunar.