A los españoles aprender a defendernos en inglés nos puede llevar años; a dominarlo, toda la vida. En el mundo actual la dificultad para las nuevas generaciones va en aumento porque ahora los más pequeños también aprenden chino y me temo que para dominarlo, como dice el chiste, va a hacer falta que sea muy bajito.

Bromas aparte, si ya no teníamos suficiente con estos idiomas lo que nos recomiendan ahora es manejar el lenguaje de las emociones. ¿De las emoqué? dirán muchos. Y es que un lenguaje que es de los más antiguos, de los más importantes, también es de los más desconocidos y difíciles de manejar.

Afortunadamente en los colegios se empieza a nombrar, ya hay cuentos y libros para que los más pequeños aprendan lo que son y sepan distinguir las más básicas. Hasta se ha hecho una película para ellos, “Inside out”, para aprenderlas de una forma más visual y lúdica. Todo eso está muy bien y creo que ayudará a que las nuevas generaciones tengan más integrado el lenguaje emocional y no se queden con la boca abierta cuando se hable de él. Aun así, yo propondría que se crease una asignatura específica en los colegios para este lenguaje que es Universal. Un lenguaje que si les va a abrir las puertas del mundo y no sólo de ese mundo al que solemos referirnos cuando hablamos de aprender otros idiomas, sino también de su mundo interior.

Y es que para utilizar este lenguaje no vale con saberse de memoria los nombres de todas las emociones, las básicas y sus derivadas, en este lenguaje la memoria sirve para poco y sin embargo cuando lo manejas te ayuda a aprender el resto, ya que no hay aprendizaje mejor que el vinculado a una emoción.

Aprenderlas, nombrarlas e identificarlas sobre el papel es sólo un primer paso, pero lo realmente importante es reconocerlas en uno mismo. Sólo cuando somos capaces de mirar a nuestras emociones a la cara podremos reconocerlas, etiquetarlas, acogerlas y aceptarlas. Sólo desde ahí podremos aprender de ellas, podremos aprender a manejarlas y a gestionarlas.

Pero en este momento les pido: “no se vayan todavía porque aún hay más”. Cuando empezamos a reconocer nuestras emociones comienza el increíble viaje de empezar a reconocer las de los demás, a partir de ahí entenderlas, compartirlas y aceptarlas, porque de lo que se trata es de poder ampliar ese lenguaje con nosotros mismos hacía los demás y utilizarlo como un medio de comunicación muy valioso.

En nuestras generaciones todavía está muy cuestionado su reconocimiento y expresión. Frases como “en público hay que aguantarse”, “no hay que mostrar debilidad” o aquella gloriosa de que “llorar es de pobres” han creado sordomudos emocionales. Por mi experiencia esa castración ha sido mayor en el mundo masculino donde la expresión de emociones tiene además connotaciones negativas, asociadas a una menor virilidad.

La realidad es que reconocer las emociones es difícil, mirarlas de frente a veces da mucho miedo, afrontarlas y mostrarlas podría entrar en la línea del pánico. Por eso os ánimo a ser valientes, a atreveros, a que nadie os deje mudos en algo tan esencial e importante. Y sobre todo a que vuestros hijos, nietos, alumnos, puedan desarrollar esa capacidad completamente, para poder tener generaciones valientes que se atrevan a mirar hacia adentro y a los ojos.

Tengo la inmensa suerte de contar con mujeres a mi alrededor que estudian y utilizan este apasionante lenguaje de las emociones, hombres maravillosos que para mí demuestran la verdadera virilidad, la de emocionarse, compartir esas emociones y ser audífonos para los demás.

Os ánimo a seguir cursando esta asignatura, que es para toda la vida y nunca deja de sorprendernos. Espero coincidir con vosotros en clase y que entre todos hagamos un proyecto conjunto para subir nota.

 

Patricia De la Fuente

Psicóloga General Sanitaria y Máster en Mindfulness 

Colegiada Nº: M19319