Y en aquel momento me gustó la frase “lavarse la cara, tomar un café y seguir con la vida”. La leí escrita en algún lugar una noche de verano y parecía dirigida para mí.

Esa frase condensaba todo lo que no había estado haciendo todo ese tiempo . Cuidarme, despejarme y avanzar. Casi sin saberlo me había quedado estática en algún punto. Esperando a que algo cambiara. A que algo regresara. Esperando a que algo me devolviera atrás.

Sin embargo, después de leer eso, me dije que la siguiente mañana iba a ser distinta. Y cuando me desperté ese día , me lavé la cara, me hice un café doble y seguí con mi vida. Así de fácil. Así de difícil.

Supongo que podría haber caído en el error de pensar que esa mañana cambió todo. Que cambié yo y mis ganas. Que saqué fuerzas de donde no las tenía.

Pero puede, tal vez, que toda esa desgana, incluso toda esa tristeza, me habían permitido hibernar. Encerrarme dentro de mí. Estar sola. Volver a sentir el calor que me faltaba. Dormir durante horas con todos los sueños que ya no tenía. Dejar de comerme los miedos.

Para que después, en aquella noche de verano, pudiera tener toda la fuerza para decidir cambiar.

 

Miriam Olea

Psicóloga