Aparentamos vivir en una sociedad libre de prejuicios y tabúes. Sin embargo, existen algunos temas que, erróneamente, tienden a evitarse. Entre ellos, la sexualidad y todo lo que la rodea. ¿Por qué?

Afortunadamente, poco a poco vemos cómo la sexualidad y el conocimiento acerca de ésta van acercándose a nuestras vidas mediante la difusión que se hace en charlas de colegios (a pesar de su escasez y tendencia al monotema de los métodos anticonceptivos), manuales, artículos en Internet, redes sociales, canales de Youtube focalizados en este tema, etc. A pesar de esto, aún nos queda un largo camino a recorrer hasta que consigamos pronunciar las palabras “sexualidad”, “sexo”, “salud sexual” y “disfunciones sexuales”, sin que generen cierto pudor e incomodidad.

Hoy venimos a hablar de una disfunción sexual femenina, el vaginismo. A lo mejor te preguntas, ¿por qué? pero, ¿y por qué no?

Este problema afecta a alrededor un 3% de la población femenina, y sólo el 10% de ellas deciden ir a consulta.

El vaginismo hace referencia al espasmo o contracción persistente, recurrente e involuntaria de los músculos que rodean el tercio externo de la vagina, de modo que se impide la penetración o ésta es muy difícil. En caso de que la penetración sea posible pero dolorosa, hablaríamos de dispareunia.

En lo que respecta a la clasificación y dependiendo del momento de la aparición del problema, el vaginismo puede ser primario (en caso de que exista desde las primeras relaciones) o secundario (la dificultad aparece tras un periodo de relaciones coitales sin problemas). El vaginismo secundario es menos frecuente y suele aparecer tras la asociación de la relación coital con una mala experiencia, con un importante miedo al embarazo, con una agresión sexual o con una conflictiva relación de pareja, entre otras.

La etiología está relacionada con un proceso fóbico asociado al miedo a la penetración, y cabe destacar que desde el momento en que existan causas físicas (esto es poco frecuente) que dificulten la apertura vaginal, ya no puede hablarse de vaginismo.

A pesar de que no exista un problema de tipo orgánico, es recomendable que la paciente se realice una exploración física en un centro especializado, ya que puede constituir un primer acercamiento al tratamiento del problema e incluso puede resultar terapéutico.

 

¿En qué consiste el tratamiento psicológico?

A grandes rasgos, y siempre adaptando cada intervención a las necesidades de la paciente, las pautas a seguir suelen ser:

  • Explicar a los miembros de la pareja en qué consiste el problema (psicoeducación) y eliminar cualquier idea distorsionada respecto a la sexualidad. Es importante crear un clima de confianza en el que se dé respuesta a cualquier interrogante que surja y constituya una barrera entre la persona y su satisfacción sexual.
  • Recomendar a la paciente que conozca y explore sus genitales (se recomienda realizarlo con un espejo). Es conveniente que esto se lleve a cabo en una situación en la que la paciente disponga de tiempo y se encuentre relajada.
  • Ejercicios de fortalecimiento de suelo pélvico, como los ejercicios de Kegel. Entre otros motivos, esto se realiza con el objetivo de que la paciente perciba un mayor control voluntario en lo que se refiere a esa zona.
  • Tras la autoexploración, conviene que la paciente comience a reconocer sus áreas sensitivas de placer. Es importante dejarle claro a la paciente que, con esta autoexploración, no necesariamente alcanzará un estado de excitación.
  • Posteriormente y tras conocer sus áreas más sensitivas, se realiza un entrenamiento en autoestimulación y masturbación, sin introducir los dedos en la vagina.
  • Una vez la paciente se sienta totalmente cómoda mediante la autoestimulación, se procede a que, de manera muy progresiva, vaya introduciendo un dedo ayudándose de un lubricante acuoso. Una vez lo consiga, se introducirán dos dedos y se les pedirá que los mueva y vaya entreabriéndolos dentro de la vagina. Es muy importante que esta parte del tratamiento se realice de manera muy progresiva, respetando los ritmos de la paciente, de manera que se sienta cómoda en todo momento y no asocie el tratamiento a una experiencia negativa en lo que respecta a su problema, porque esto solo generaría más aversión o rechazo a la penetración.
  • Una vez se haya conseguido el paso anterior, la pareja comienza a participar. Primero como observador, y posteriormente él irá acariciando sus genitales hasta que, por último, le introduzca gradualmente los dedos.
  • Finalmente, la mujer, en posición superior y sentada a horcajadas sobre los genitales de él, acercará progresivamente el pene, controlando en todo momento la penetración y sin movimientos copulatorios.
  • Una vez aceptada la penetración, se iniciarán los movimientos coitales controlados por la mujer.

 

Es relevante destacar que estas pautas son meramente orientativas. Como se ha dicho con anterioridad, cada tratamiento es único y resulta necesario adaptarlo a las circunstancias y características de cada persona que acuda a consulta. Por ejemplo, en el tratamiento podrían incluirse técnicas como la relajación muscular (para que la paciente aprenda recursos que le hagan encontrarse más cómoda de cara a la exposición a ciertas tareas que pueden generarle malestar) y exposición gradual a las circunstancias que pueden estar relacionadas con el vaginismo (desde conductas de autoexploración hasta la progresiva capacidad para permitir la penetración). También puede ser de utilidad trabajar primero de forma imaginada o simbólica hasta que la persona se encuentre en condiciones de hacerlo de forma real.

 

Referencias bibliográficas

Cabello, F. (2010). Manual de sexología y terapia sexual. Madrid: Síntesis.

Toquero, F., Zarco, J., Cabello, F., Alcoba, S., García-Giralda, L. y San Martín, C. Guía de buena práctica clínica en Disfunciones sexuales. Organización médica colegial. Ministerio de Sanidad y Consumo: Madrid. Recuperado de: http://www. cgcom.es

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Rosa Mª Portero Ruiz

Psicóloga Sanitaria

M-33792