En el momento en el que vemos que algo extraño sucede en nuestro cuerpo, generalmente tenemos una respuesta común: la negación. Es normal que ante las primeras sospechas de una enfermedad nuestros pensamientos sean del estilo: “seguro que no es nada importante y que se irá solo” o “esto no me pude pasar a mí, no debo darle importancia”. Estos pensamientos son normales y comunes, y cumplen una función tan importante como la de brindar tiempo para adaptarnos a las situaciones que nos preocupan. Sin embargo, este estado de negación puede mantenerse en el tiempo, y de ello pueden desprenderse consecuencias negativas.

 

¿Para qué sirve la negación?

La negación sirve para atenuar la tensión que produce tener sospechas de una enfermedad y para darnos tiempo a asimilar lo que pueda suceder.

Esta puede implicar no reconocer algún aspecto que pueda ser difícil, evitar la realidad de lo que sucede o minimizar las posibles consecuencias. Uno de los mecanismos para llevar a cabo esta negación puede ser la racionalización o buscar otras explicaciones al problema como, por ejemplo: “me sentó mal la comida”, “estoy muy cansado por el trabajo”, “si realmente estuviera mal seguro que no tendría ganas ni de salir a la calle”, etc.

Mientras se tienen pensamientos que nieguen lo que pueda estar pasando, la persona es capaz de tomar distancia con las emociones negativas que pueda tener y esto le permite continuar su vida con normalidad, mantener sus relaciones sociales, familiares, laborales, etc.

Cuando se pasa por la negación, la persona generalmente tampoco habla del tema con nadie, ya que esto implicaría tener presente algo que se pretende ocultar, aunque sea de forma inconsciente. Esto sucede porque al verbalizar aspectos que nos generan malestar tendemos a sentir que el problema se hace más real.

Es decir, esta negación sirve para tomar distancia con algo que nos preocupa, de manera que podamos continuar con nuestra vida dándonos tiempo para poder asimilarlo en un futuro.

 

¿Por qué puede ser mala la negación?

La negación como mecanismo temporal puede ser positiva para minimizar el impacto psicológico y dar tiempo. Sin embargo, si la negación perdura en el tiempo puede provocar que no se tomen las medidas necesarias para poder solucionar el problema.

En el caso de negar sospechas de una enfermedad, puede caerse en el riesgo de no consultar al médico, lo cual implicaría no tener el asesoramiento o el tratamiento adecuado, de manera que las consecuencias a largo plazo podrían ser muy negativas.

 

¿Cómo se puede salir de la negación y qué pasa después?

Es importante tener en cuenta que la negación constituye una etapa que puede variar de duración en función de la persona. Sin embargo, si crees que estás anclado en la negación o tus seres queridos han notado un cambio en tu actitud y te lo han comentado, de manera que te gustaría salir de la negación, puedes realizar algunos ejercicios:

  • Pensar acerca de los miedos
  • Analizar las consecuencias negativas de no actuar al respecto
  • Expresar las emociones, sea hablándolo con alguien o incluso escribiéndolo para ti mismo
  • Participar en un grupo de apoyo
  • Consultar con un psicólogo

Tras la fase de negación, comienza otra etapa caracterizada por el enfado. En esta, la persona puede pensar que quizá sí tenga esa enfermedad, y esto genera un malestar creciente que puede representarse en forma de ansiedad, taquicardias, dificultades para respirar o insomnio. Pese a que, al igual que la fase anterior, esta etapa tenga una duración variable, suele ser más breve que la etapa de la negación. Esta suele ser la fase en la cual la persona acude a consulta médica.

Cabe destacar que, una vez se acude a consulta, en caso de que se dé un diagnóstico de confirmación de las sospechas, es posible que vuelvan a aparecer síntomas de negación, ya que una vez el diagnóstico se realiza el impacto psicológico tiende a ser mayor.

Por otra parte, tras las etapas de negación y enfado se dan otras dos: la de depresión y la de aceptación.

En la tercera fase de depresión, el estado de ánimo de la persona suele ser bajo, presenta menor rendimiento o ya no disfruta de las actividades como lo hacía anteriormente. En esta fase también puede aparecer el sentimiento de culpa por haber esperado a pedir ayuda a un profesional. Suelen darse sentimientos de desesperanza, frustración, incertidumbre, pensamientos de anticipación en lo que respecta al tratamiento o a cómo comunicarlo a seres queridos. La vivencia de esta fase varía mucho en función del contexto de la persona, de manera que, si la persona percibe apoyo social por parte de familiares, amigos o profesionales, los síntomas depresivos suelen ser de menor gravedad.

La última fase que se da a lo largo del proceso es la fase de aceptación. En esta, los síntomas depresivos son menos intensos y la persona empieza a asimilar su enfermedad. En esta fase es capaz de hablar sobre lo que le sucede con mayor tranquilidad, acude a las visitas médicas, está receptiva a recibir ayuda y verbaliza lo que le preocupa. En definitiva, tienen una vivencia desde una mayor serenidad y una menor angustia.

Las fases anteriormente descritas no han de ser necesariamente consecutivas en el tiempo, sino que la persona puede moverse entre unas y otras, sin que ello signifique un retroceso.

 

Importancia del acompañamiento psicológico a lo largo de estas fases

Cada una de las fases mencionadas anteriormente tienen una duración variable en función de la persona. Sin embargo, en todas ellas se experimenta un impacto psicológico con fuerte carga emocional.

El objetivo del acompañamiento psicológico en estos casos consiste en facilitar el cambio de una fase a otra y dar herramientas para gestionar las reacciones emocionales, de manera que el impacto psicológico se reduzca y, por ende, las posibles consecuencias psicopatológicas.

 

En conclusión

En definitiva, es normal y adaptativo pasar por la fase de negación, ya que esto nos “protege” de la fuerte tensión psicológica y nos da tiempo para asimilar las posibles consecuencias que se puedan dar. Sin embargo, el quedarse anclado en esta fase puede producir que no se tomen las medidas necesarias para solucionar el problema. Por esto puede ser importante buscar ayuda, en seres queridos o en profesionales, para superar esta fase y poder poner solución.

 

 

Laura Baliña Cortiñas

Psicóloga

Colegiada Nº M-34670