Resumen

El apego es la relación o vínculo que establecemos con las personas de nuestro entorno, y el cual tiene una función principal en el desarrollo psicológico del niño/a y en su personalidad. El apego comienza a desarrollarse desde que el niño/a nace, y sus principales figuras de referencia y aquellas con las que establece sus primeros vínculos suelen ser sus padres.

Existen varios tipos de apego (apego seguro, apego ambivalente y apego evitativo) y, en función de aquel que esté más presente en el niño/a desde la primera infancia, el menor aprenderá a relacionarse de una manera u otra.

En este artículo encontrarás una definición y explicación amplia de qué es el apego, la función que el apego desempeña, los tipos e implicaciones para el menor. Por otro lado, encontrarás información sobre la importancia de la satisfacción tanto de nuestras necesidades biológicas como afectivas y emocionales, así como qué es lo que ocurre cuando éstas no son satisfechas, y las heridas de apego que pueden ocasionar.

 

Índice

  1. Definición de apego
  2. Importancia de los vínculos afectivos en la infancia
  3. Apego inseguro o falta de apego: consecuencias de la falta de vínculos afectivos
  4. ¿Es posible reparar un apego inseguro o una falta de apego?

 

 

1.Definición de apego

En algún momento todos hemos oído hablar del apego. Este término psicológico hace referencia a la relación que establecemos desde que nacemos con nuestras figuras más importantes. Sin embargo, esta relación no se queda ahí. Implica algo muy determinante en la configuración de nuestra identidad y del concepto que desarrollaremos sobre el mundo y sobre los demás el resto de nuestra vida. Las relaciones de apego en la infancia se establecen con aquellas personas que nos deberían proporcionar seguridad y cuidado.

En la infancia, los seres humanos somos totalmente dependientes de los demás. Si tenemos hambre, sed o ganas de dormir necesitaremos que nuestras figuras de apego detecten las señales de estas necesidades para, después, poder satisfacerlas. De esta manera, iremos aprendiendo a detectar nuestras señales y necesidades y, con el tiempo, a satisfacerlas solos.

 

2.Importancia de los vínculos afectivos en la infancia

No obstante, las necesidades de un ser humano no son exclusivamente biológicas. También desde que llegamos al mundo tenemos necesidades emocionales. Conforme vamos creciendo empezamos a notar distintas sensaciones y emociones (tristeza, rabia, alegría, vergüenza…) a las que vamos poniendo nombre y apellidos en función, de nuevo, de la capacidad que tengan nuestros cuidadores de detectarlas y satisfacerlas.

Y esto es tremendamente importante por varias razones. Cuando nuestros cuidadores se dan cuenta, por ejemplo, de que estamos tristes y nos consuelan, estaremos aprendiendo a detectar nuestra tristeza, a aceptarla y a autoconsolarnos en nuestra vida adulta. Estaremos aprendiendo, por lo tanto, a dejar fluir nuestras emociones y a regularlas. Y, de la misma forma, estaremos aprendiendo que nuestras necesidades, sean cuales sean, son importantes. Cuando un adulto es capaz de mirar las emociones de un niño, él será también capaz de mirarlas, de corresponderlas y, al final, de cuidarse como le cuidaron.

 

Esto nos proporciona una identidad consistente. Sabemos quiénes somos y qué necesitamos. Nos sentimos seguros en el mundo y en las relaciones con los demás. Y esto nos permite poner límites claros, tanto a los demás como a nosotros mismos, sobre qué cosas nos hacen bien y cuáles no.

 

3.Apego inseguro o falta de apego: consecuencias de la falta de vínculos afectivos

Pero, ¿qué sucede cuándo esto no ocurre así? ¿Qué sucede en nuestro interior cuando nuestras figuras de apego nos proporcionan inseguridad y desprotección?

Si las personas que deberían cuidarnos y protegernos hacen justo lo contrario, algo se rompe dentro de nosotros. Se produce entonces una de las heridas emocionales más devastadoras. Nos sentimos completamente inseguros con nosotros mismos y con los demás. Sentimos el mundo como algo amenazante. Y nos volvemos personas que buscan constantemente defenderse de todo ello. Si nuestras figuras de apego no detectan nuestras necesidades y no las satisfacen (o peor, las castigan) aprenderemos a no cuidarnos. Aprenderemos que nuestra tristeza, nuestra rabia, nuestra hambre o nuestra falta de sueño no son importantes. Y las ignoraremos. Ignorándonos a nosotros mismos.

Además, todas estas creencias y comportamientos aprendidos se volverán automáticos. Y de pronto, en nuestra vida adulta, nos veremos haciendo cosas que jamás querríamos para otra persona a la que queremos. Y nos sentiremos culpables, tristes, solos y en lucha constante. Sin saber regular estas emociones, buscando la forma de callarlas. Buscaremos entonces una anestesia para no sentir. Incluso, a veces, dejaremos de sentir como forma de protegernos de tanto dolor.

Cuando todo esto ocurre, nos hacemos daño a nosotros mismos como consecuencia del daño que nos hicieron.

 

4.¿Es posible reparar un apego inseguro o una falta de apego?

¿Es posible sanar una herida tan profunda?

La respuesta es sí. A pesar de todas nuestras vivencias, podemos llegar a aprender de nuevo a cuidarnos. Y a sentirnos seguros. Podemos hacernos conscientes de todo el daño que nos causamos debido a nuestras heridas y ponerle remedio. Podemos volver a sentirnos seguros en el mundo y con ello poder traer de vuelta aquellas emociones y sensaciones que dimos de lado. Podemos protegernos y hacernos responsables de nosotros mismos. Podemos volver a sentirnos vulnerables.

Y así, podremos volver a sentir. Y volver a querernos.

 

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Miriam Olea

Psicóloga Sanitaria